El comienzo de la aventura (por Jasón)


No recuerdo a mis padres. Esón, mi padre, fue despojado de su reino, el país de Yolcos, por su hermanastro, Pelias. A pesar de estas circunstancias, mi infancia fue muy feliz, puesto que fui educado por el centauro Quirón. Quirón es un centauro inteligente, sabio y de buen carácter, a diferencia de la mayoría de los de su clase. Viví con él hasta que cumplí los veinte años. Hasta esa edad ignoré incluso mi propia posición de príncipe. Llegado a edad adulta, abandoné el monte Pelión y mi plácida vida. Quirón me informó de los desmanes de mi tío y yo quise recuperar lo que era mío y de mi padre, ya muerto.
De camino hacia Yolcos, me encontré a una anciana que me pidió ayuda para cruzar un río en el cual perdí una de mis sandalias. La anciana era ni más ni menos la diosa Hera, que por este hecho me protegió hasta que mi mala cabeza me hizo aborrecible a sus ojos. Pero eso ocurriría mucho tiempo después.
Con una sola sandalia, entonces, me presenté en Yolcos. Pelias estaba celebrando un sacrificio; al verme sintió miedo, pues un oráculo le había aconsejado "desconfiar del hombre que no tuviera más que una sandalia". Sin dudarlo un instante me acerqué al rey y le reclamé el reino que me pertenecía legítimamente. Pelias, sin rehusar abiertamente, me pidió que antes trajera el Vellocino de Oro del carnero que antaño se había llevado a Frixo y a Hele desde Grecia a la Cólquida. Ese Vellocino se hallaba en un bosque consagrado a Ares y el rey Eetes, hijo del Sol y de la Oceánida Perseida, un mago terrible y peligroso, lo había confiado a la custodia de un dragón. Pelias, al enviarme tan lejos, estaba convencido de que no volvería. Yo acepté la misión, porque deseaba cosechar fama y honores antes de establecerme como rey.
Pedí consejo a Argos, hijo de Frixo, y Argos, por indicación de Atenea, construyó el primer gran navío, el Argos, capaz de llevarme a Cólquida, es decir, al fondo del Ponto Euxino, con los compañeros que yo eligiera. Esa nave se construyó pronto, en el puerto de Pagase, en Tesalia, con madera cortada en el Pelión, pero la pieza de proa era un trozo de encina procedente de Dodona (el bosque donde Zeus daba sus oráculos): proporcionado por Atenea, ese trozo de encina tenía el don de la palabra y podía profetizar.
Llamé a todos los héroes de Grecia para que me acompañaran a hacer la expedición y eran: Acasto, Áctor de Focia, Admeto de Feres, Anfíarao de Argos, Anceo el Grande de Tegea, Anceo el Pequeño de Samos, Argo de Tespia, Ascáfalo de Orcómeno, Asclepio el Médico, Asterión del Peloponeso, Atalanta de Calidón (las malas lenguas dicen que no la acepté por ser una mujer, pero ahí está Meleagro para negarlo) Augías de Élide, Autolico, Butes de Atenas, Calais, Canto de Eubea, Cástor de Esparta, Ceneo el lapita, Ceteo de Arcadia, Corono de Girtón, Equino, Ergino de Mileto, Estáfilo de Creta, Eufemo de Ténaro, Euríalo, Euridamante de Kynias, Falero de Atenas, Fano de Creta, Glauco de Corinto, Heracles de Tirinto, Hilas, Idas de Mesene, Idmón de Árgos, Íficlo de Etolia, Ífito de Mecenas, Laertes de Argos, Linceo de Mesene, Melampo de Pilos, Meleagro de Calidón, Mopso el lapita, Nauplio de Argos, Oileo de Lócride, Orfeo de Tracia, Palemón de Etolia, Peante de Magnesia, Peleo el mirmidón, Peneleo de Tebas, Periclímeno de Pilos, Polifemos de Arcadia, Pólux de Esparta, Tifis de Tebas y Zetes.
Muchos son más conocidos por los nombres de sus hijos, que protagonizaron la guerra de Troya: Áyax, hijo de Oileo; Ulises, hijo de Laertes; Aquiles, hijo de Peleo...
Yo encontré especial apoyo en Orfeo; en nuestro piloto, Tifis, que murió pronto; en la misma Atalanta, en Linceo... No en Heracles, fiero individualista, al que me alegré de perder de vista.
La nave recibió el nombre de Argo en homenaje a su constructor y del nombre de la nave tomaron a su vez el de Argonautas (marineros de Argo). Al terminar la construcción de la nave nos dirigimos en dirección a la Cólquida.
Sin novedad recalamos en la isla de Lemnos, donde permanecimos un año entero. La misma reina os contará el porqué de tan prolongada estadía.